Un tipo trajeado aparca su coche, y mira con aire inquisitivo a una cámara de vigilancia antes de ponerse en marcha. Mientras atiende una llamada con su teléfono móvil, sube por el ascensor de la empresa con cara de agobio y resignación. Cuando llega al ultimo piso se da un respiro, y exultante, abre su maletín y arroja todos los informes contenidos en el mismo. Sin embargo su extrañamiento y alienación seguirán aumentando durante una reunión comercial, en la que parece estar preguntándose que hace allí y porqué, y si lo que está viendo es real. Pero sobre todo, si puede escapar de ello.
Éste, es básicamente el guion del video oficial de Hunting high and low, tema insignia del octavo disco de Stratovarius, Infinite. Y también podría ser el guion de cualquiera de nuestras vidas. Unas vidas en las que una inercia vertiginosa nos arrastra, mientras el tiempo pasa y nos acercamos sin remisión hacia el hoyo. El power metal se nos ponía metafísico, especialmente existencialista, y también ecologista. Y no es que no lo hubiera hecho ya antes. Puesto que, desde el escasísimo conocimiento del género que este prenda tiene. Ya escuchábamos cosas sobre el sentido del ser y el estar, en el aplaudidísimo (y con razón) I want out, obra de los reyes del power metal, Helloween.
Nosotros, es decir mi grupo de colegas, conocíamos a Stratovarius básicamente a través de un recopilatorio titulado The Chosen Ones, que se había comprado Alex en el Leclerc del pueblo. Y eso es así, a pesar de que el avispado de David, entonando uno de sus efusivos ooooohhhh diossss moioooooo, se adjudicara su propiedad. Pero la cuestión es que nos gustó tanto la banda, que cuando vimos la preciosa portada de Infinite en la Rock News. Un antiguo catálogo de discos, disfrazado de revista musical gratuita (vamos, lo que vienen siendo también las revistas de pagar). No tardamos en hacernos con él. Bueno hacernos no, se hizo con él alguien, y los demás le pegamos fuego al grabador de cassettes, porque por aquel tiempo éramos como el Marqués de Pelate, marqueses por parte de madre, y pelates porque siempre estábamos pelaos sin un duro.
Pero que les voy a contar, pues lo primero que no esperen una crítica objetiva. Probablemente estamos hablando del disco culmen de la banda. Y sí, Infinite es habitualmente acusado de comercial. Aspecto que desde aquí aplaudimos, y desde Finlandia supongo que también, puesto que consiguió un disco de oro, y liderar las listas de éxitos del país durante nueve semanas. Un hito que habla de cierto buen gusto musical de los fineses. Sobre todo si tenemos en cuenta que lo que sonaba en las radios de España por entonces, era peña como Los Caños.
A pesar de dicho acuse de comercialidad, lo cierto es que aquí, el grupo ofrece canciones más largas, excesivas, y complejas que previamente. Este es el caso de la ambiciosa Mother Gaia, que sonando a medio tiempo y con una orquestación grandiosa. Mostraba la excelencia melódica de la banda, a un Kotipelto cantando en ebullición, y una segunda mitad con reminiscencias a música clásica y... Queen. También la homónima Infinite sigue una línea similar, más imponente aún, con su ritmo contundente, sobrecogedores coros, líneas melódicas de teclado, y secciones de guitarra a toda pastilla. Efectiva, adictiva y poderosa es la mencionada Hunting high and low, sin duda el hit single metalero por excelencia. El teclado es el gran protagonista de la guapísima A million light years away. Un sonido que ojo cuidado, me recuerda al de los Journey de Frontiers (y me quedo tan pancho). También por su solo de guitarra y su atmósfera, en un tema que sin ser lento, baja acertadamente las revoluciones del disco. Trotonas y epicamente powermetaleras son la hímnica Millenium y Freedom. Igualmente Glory of the world marca un record de velocidad, pero aquí vuelve a destacar el teclado, en esta ocasión más por su rapidez que por sintética melodía.
En fin, que Infinite es un despelote de power metal melódico y épico de los de categoría. Un año después llegaría Intermission, un recopilatorio con rarezas y caras B del grupo. Entre las que destacaban las versiones del Bloodstone de Judas Priest, y de Kill the king y I surrender de Rainbow. Su siguiente trabajo, Elements dividido en dos partes, fue criticado por progresivo y dio comienzo a una época de turbulencias en el seno del grupo, que acabaría con su guitarrista y fundador Timo Tolkki fuera del mismo.
Yo, como pueden leer, aún sigo recordando el disco y aquel momento vital. Y es que, para cosas como ésta, se monta uno un blog.
La banda:
Timo Tolkki- guitarra
Timo Kotipelto- voz
Jari Kainulainen- bajo
Jens Johansson- teclado
Jorg Michael- batería
Las canciones:
1- Hunting High And Low
2- Millennium
3- Mother Gaia
4- Phoenix
5- Glory of the World
6- A Million Lightyears Away
7- Freedom
8- Infinity
9- Celestial Dream
El disco:
Año- 2000
Discográfica- Nuclear Blast
Duración- 49:53 minutos
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