Hace más de dos décadas me llegó desde el mismísimo camarote de Jack Sparrow, un videojuego que me iba a flipar visual y sonoramente, pero al que nunca sacaría todo el jugo, porque, incluso en modo fácil, era más difícil de superar que escapar del infierno. Puede que os suene la expresión SNK boss syndrome, en alusión a la infame manía de disparar la dificultad de manera abrupta cuando llegas al combate final de los videojuegos de lucha de esa compañía. Bueno pues en el Guilty Gear las cosas se iban poniendo muy complicadas ya en el tercer combate. Lo que hasta entonces era razonablemente asequible, comenzaba a ponerse muy cuesta arriba rápidamente.
Además, manejar el juego de Arc System Works con versatilidad, era un desafío a la altura de unos pocos elegidos. Porque no valía sólo con echarle horas no, había que tener unas manos más hábiles que las de Paco de Lucia. No extraña por tanto, que se haya convertido en uno de esos juegos de competición.
La cuestión es, que tras plantar el disco en el lector de GD-rom (el futuro fue ayer, ya saben) de la Dreamcast, y antes de dar al juego por perdido, me di cuenta que el nivel artístico del mismo era bastante increíble. No sólo eran esos gráficos tipo manga en alta resolución, y esos personajes carismáticos y extravagantes. Es que la banda sonora era increíble. Con el tiempo acabe poniendo el juego, únicamente para disfrutar del "Sound Test" incluido en las opciones del título.
A lo largo de la saga, cada personaje tiene un tema y son de lo más guitarreros y enérgicos. La explicación es que al creador del juego, Daisuke Ishiwatari, es un fanático del rock, y para dar nombre a los combatientes y movimientos especiales, se ha basado en músicos como Axl Rose, Frank Zappa o Chip Z'Nuff. En bandas como Testament o Slayer. O en canciones como Kickstart My Heart, Ride the Lightning, Holy Diver o Down with the System.
Desde luego, una gozada de banda sonora que además se ha ido superando con cada entrega.
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